Imagem: Autor Desconhecido
É uma homenagem a Gabriel Garcia
Marquez...
Como é uma homenagem, poderia ter
escolhido qualquer texto escrito por ele, mas por pura sorte, encontrei um que
fala de futebol...
Melhor que isso...
Que conta a primeira vez que o
escritor colombiano foi a um estádio de futebol...
E ainda melhor...
O destino quis que Gabriel Garcia
Marquez, em sua primeira vez numa arquibancada tivesse diante de seus olhos...
Heleno de Freitas...
O nosso Heleno de Freitas.
Pensei em tentar traduzir...
Recuei...
Traduzir quebraria o encanto,
furtaria palavras e sentimentos...
Portanto, deixo no original.
“Y entonces resolví asistir al
estadio.
Como era un encuentro más sonado
que todos los anteriores, tuve que irme temprano.
Confieso que nunca en mi vida he
llegado tan temprano a ninguna parte y que de ninguna tampoco he salido tan
agotado.
Alfonso y Germán no tomaron nunca
la iniciativa de convertirme a esa religión dominical del fútbol, con todo y
que ellos debieron sospechar que alguna vez me iba a convertir en ese
energúmeno, limpio de cualquier barniz que pueda ser considerado como el último
rastro de civilización, que fui ayer en las graderías del municipal.
El primer instante de lucidez en
que caí en la cuenta de que estaba convertido en un hincha intempestivo, fue
cuando advertí que durante toda mi vida había tenido algo de que muchas veces
me había ufanado y que ayer me estorbaba de una manera inaceptable: el sentido
del ridículo.
Ahora me explico por qué esos
caballeros habitualmente tan almidonados, se sienten como un calamar en su
tinta cuando se colocan, con todas las de la ley, su gorrita a varios colores.
Es que con ese solo gesto, quedan
automáticamente convertidos en otras personas, como si la gorrita no fuera sino
el uniforme de una nueva personalidad.
No sé si mi matrícula de hincha
esté todavía demasiado fresca para permitirme ciertas observaciones personales
acerca del partido de ayer, pero como ya hemos quedado de acuerdo en que una de
las condiciones esenciales del hinchaje es la pérdida absoluta y aceptada del
sentido del ridículo, voy a decir lo que vi – o lo que creí ver ayer tarde –
para darme el lujo de empezar bien temprano a meter esas patas deportivas que
bien guardadas me tenía.
En primer término, me pareció que
el Junior dominó a Millonarios desde el primer momento.
Si la línea blanca que divide la
cancha en dos mitades significa algo, mi afirmación anterior es cierta, puesto
que muy pocas veces pudo estar la bola, en el primer tiempo, dentro de la mitad
correspondiente a la portería del Junior. (¿Qué tal va mi debut como
comentarista de fútbol?).
Por otra parte, si los jugadores
del Junior no hubieran sido ciertamente jugadores sino escritores, me parece
que el maestro Heleno habría sido un extraordinario autor de novelas
policíacas.
Su sentido del cálculo, sus
reposados movimientos de investigador y finalmente sus desenlaces rápidos y
sorpresivos le otorgan suficientes méritos para ser el creador de un nuevo
detective para la novelística de policía.
Haroldo, por su parte, habría
sido una especie de Marcelino Menéndez y Pelayo, con esa facilidad que tiene el
brasileño para estar en todas partes a la vez y en todas ellas trabajando,
atendiendo simultáneamente a once señores, como si de lo que se tratara no
fuera de colocar un gol sino de escribir todos los mamotretos que don Marcelino
escribiera.
Berascochea habría sido, ni más
ni menos, un autor fecundo, pero así hubiera escrito setecientos tomos, todos
ellos habrían sido acerca de la importancia de las cabezas de alfiler.
Y qué gran crítico de artes
habría sido Dos Santos – que ayer se portó como cuatro – cortándole el paso a
todos los escribidorcillos que pretendieran llegar, así fuera con los mayores
esfuerzos, a la portería de la inmortalidad.
De Latour habría escrito versos.
Inspirados poemas de largometraje, cosa que no podría decirse de Ary.
Porque de Ary no puede decirse
nada, ya que sus compañeros del Junior no le dieron oportunidad de demostrar al
menos sus más modestas condiciones literarias.
Y esto por no entrar con los
Millonarios, cuyo gran Di Stéfano, si de algo sabe, es de retórica.
No creo haber perdido nada con
este irrevocable ingreso que hoy hago – publicamente – a la santa hermandad de
los hinchas.
Lo único que deseo, ahora, es
convertir a alguien.
Y creo que va a ser a mi
distinguido amigo, el doctor Adalberto Reyes, a quien voy a convidar a las graderías
del Municipal en el primer partido de la segunda vuelta, con el propósito de
que no siga siendo – desde el punto de vista desportivo – la oveja
descarriada.”
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